Pactos, acuerdos, consensos …., que bonitas palabras y que difícil es en muchos casos llegar a ellos. En tiempos convulsos los pactos ha sido la mejor salvaguarda , pero cuando ha ido mejor la situación de los pueblos, los acuerdos han sido el vehículo para garantizar los buenos tiempos.
En 1994, Nelson Mandela que lideraba el Congreso Nacional Africano , tras tres años de duras negociaciones con el presidente del gobierno Frederik Willem de Klerk, llegaron al Acuerdo Nacional de Paz para poner fin a siglos de Apartheid. En 1996 en Guatemala, el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, pusieron fin a una guerra que había durado 36 años.
La Leyenda
Acuerdos…. Mi abogado me ha dicho siempre, que más vale un mal acuerdo que un buen juicio. Y es que cuando tienes un buen (o mal ) acuerdo, ten dan ganas de brindar sin remisión. Y es ahí a donde quería llegar, del licor que quería comentaros, los jóvenes puede que no sepáis ni de lo que estoy hablando. Os hablo de la Ratafía. Este licor, de origen italiano que se expandió por Europa y que Cataluña lo abrazó como parte fundamental de su tradición, tiene su origen en “La Taula dels Tres Bisbes” (La mesa de los tres Obispos). Dice la leyenda, que en Sant Marçal del Montseny, en el Vallès Oriental, está situada la Taula del tres bisbes. Está puesta justo en el punto donde coinciden las tres diócesis de Vic, Arbúcies y Sant Celoni. Es una piedra de granito, divida en tres con tres taburetes de piedra al lado. Antiguamente, los obispos se reunían aquí, para tratar temas importantes con los otros Obispos, sin salir de la Diócesis. Este encuentro venía dado porque Sant Marçal era un punto de controversía entre las tres diócesis, que lo querían incorporar cada uno a la suya.
En una de estas negociaciones, acabaron con la boca seca (no podía ser de otra forma) y solicitaron algo para refrescarse. El pagès les llevó un licor de color marronoso, que bebieron al instante y que dijeron “Et sic res rata fiat”; (esto está firmado). Preguntándole al agricultor, que licor era ese, no supo contestar más que era una licor casero que hacían y que no tenía nombre.
Con ese afán propio del ser humano en catalogar todo aquello que conoce, no tardaron en ponerle nombre “rat-i-fiat” y de ahí el nombre de Ratafía. Bonita historia con leyenda, que vete a saber cuanto hay de verdad y cuanto de leyenda. Pero ahí está.
Hay otra teoría, que dice que según los filólogos, viene del criollo , palabra importada de las Antillas francesas, en dónde los indígenas en el siglo XVIII, llamaban “tafia” a los rones hechos de caña de azúcar y que luego maceraban con frutas. De esto existe un texto de Pere Labat en la Isla de Guadalupe del año 1675.
Ratafía, el Licor.
Para los más profanos, la ratafía es un licor que se obtiene de la maceración de nueces verdes limpias y enteras, recogidas según la tradición en la noche de San Juan (recordemos del carácter místico de esta noche), acompañada de hierbas aromáticas de la zona como pueden ser Marialuisa, Hierbabuena, Tomillo, Clavo, Corteza de limón, Salvia, Albahaca, romero, nuez moscada y canela. Y por supuesto un licor anisado para toda la maceración. También se le añade piel de limón o naranja, para darle ese toque de acidez ligero y necesario. Al igual que el Vermut, cada maestro tiene su receta, por lo que cada ratafía, tiene una base común y luego un elemento diferenciador, que las hace a cada una única. Estas recetas, se dejan a la intemperie, lo que viene siendo a sol y serena en un recipiente de cristal (como las damajuanas), con un tapón de corcho o de paño durante mínimo 21 días; removiendo con muchísimo cuidado cada 5 días.
La receta más antigua datada, está fechada de 1842 y como no podía ser de otra forma, solo los monasterios hacían este licor. Con la iglesia hemos topado amigo sancho ¡!! Y desde 1989, la ratafía catalana tiene sello de Denominación Geográfica.
La ratafía es de un color caramelo que va desde los tonos marronosos a los anaranjados, que simbolizan la unión con la tierra ; de aromas complejos, primarios (los propios de cada ingrediente), secundarios (los procedentes de la maceración) y terciario (causados por el proceso de crianza). Y el sabor, es dulce, cual néctar.
Se ha de consumir a temperatura ambiente, o un chupito frío. Pero ideal, en una copa de vino en donde podemos disfrutar de todos sus aromas y complejidad. Normalmente se suele acompañar de frutos secos, o algún postres. Porque es un licor intenso que necesita ser acompañado, pero en cuestión de maridajes, cada cual tiene su mejor fórmula; así que disfrutar de ese licor con lo que queráis.
La crema de Ratafía