El año 2020 será recordado por el año en el que se paró el mundo. Todo llevaba su frenético ritmo habitual cuando una noticia llegó desde china diciendo que un virus estaba produciendo unas infecciones tremendas. Y claro, aquí nos los tomamos a cachondeo diciendo que eso era una simple gripe, “a mí el corona… ese me suena a cuento chino”. Se suspendieron actos y la primera consecuencia grabe fue la cancelación de MWC (Mobile World Congress). Y ahí ya se empezaron a haber opiniones dispares, unos que eso era miedo y otros que lo que venía era gordo.
Ya sabéis como ha ido todo lo siguiente, la llegada de la pandemia, la cancelación de todo lo habido y por haber y el confinamiento. Y ahora, cuando estoy escribiendo esto, la desescalada. Pero, ¿Qué ha ocurrido realmente durante estas semanas de confinamiento?, ¿realmente hemos aprendido algo?.
La espiral de individualismo en la que hemos estado inmersos, profundizada, al menos desde mi punto de vista, con las nuevas tecnologías, en donde el postureo se ha convertido en el nuevo hedonismo intentándolo llevar al límite, buscando los likes como los nuevos ídolos; nos ha sumido en una desconexión del mundo real en el que vivimos de una manera estratosférica. Al planeta lo hemos estado esquilmando todos los días, con esa pose moderna de plásticos de un solo uso, con nuestros coches contaminantes, con nuestros viajes y sin prestar atención a que nuestro mundo es limitado.
En un mes de confinamiento, hemos visto como los animales han intentado recuperar su espacio, hemos visto como los canales de Venecia, cada vez más azotada por los turistas, estaban limpios, hasta medusas se han visto por sus canales. Hemos visto jabalís en el centro de Barcelona, hemos visto Delfines en las costas de Barcelona, hemos visto corzos, linces, y otros animales que han visto, supongo que estupefáctos, que de un día para otro habíamos desaparecido. Pobrecillos, cuando hemos reaparecido se han debido llevar un buen chasco, al ver que seguimos por aquí.
Y es que los recursos del planeta nos los estamos puliendo a base de bien y destrozando todo el ecosistema. Si ya lo decía Félix Rodríguez de la Fuente. Hemos estado un tiempo “enjaulados” y parecía que se acababa el mundo. Ostras ¡!! Un mes en casa y parecía que se acaba el mundo ¡!! Una amiga nos decía que ella había estado escondida en el sótano de su casa durante casi 3 años durante la 2ª guerra mundial para huir de los nazis, que ahora estábamos en casa, de que nos podíamos quejar ¡!! Y que razón tiene ¡!!! Ahora que hemos estado encerrados, ¿podemos ponernos en lugar de los veganos que ven en los animales un enjaulamiento cruel?. … no sé, ahí lo dejo.
Por otro lado, este confinamiento nos ha dejado una nueva visión de sociedad que no ha tenido más remedio que hacer una cosa, parar ¡!! Si, parar. Algo que parece tan sencillo, que tantas veces hemos deseado hacerlo y nunca lo hemos hecho porque el mundo iba demasiado rápido. Y esta vez, lo hemos tenido que hacer, porque se ha parado hasta el mundo ¡ Tremenda paradoja ¡
Y este parón nos ha dado una visión de lo que tenemos cerca y nunca apreciamos. Hemos aprendido lo que vale poder salir a la calle, saludar a los amigos, abrazarse, darse la mano al saludar, tomarse una cervezas en las terrazas,… etc. Que os voy a explicar que no se haya dicho ya. Hemos visto la solidaridad con el vecino, grupos vecinales que se han encargado de llevar comida o todo aquello necesario para que las personas de riesgo no tuvieran que salir a la calle. Hemos visto como vecinos han ido saliendo al balcón para amenizar a sus compañeros de barrio. Hemos visto como hoteles se han convertido en hospitales para enfermos del covid19, hemos visto como han surgido innumerables personas para hacer mascarillas, a mano, a impresoras 3d o lo que hiciera falta. Hemos visto un sinfín de iniciativas para ayudarnos los unos a los otros, porque el humano es un ser social ¡! Y lo peor que puede tener es soledad. Soledad que en esta época, lo que tanto nos ha empujado a la individualidad, se ha vuelto para conectar, para estar ahí. Y es que ahora con el confinamiento, las redes sociales se han convertido en un medio, prácticamente el único, para verse con las personas queridas. Con los padres a los que no se pueden abrazar, los familiares, los amigos, los compañeros de trabajo. Y oye, ¿os habéis fijado que hemos estado más en contacto que nunca, ahora que no podíamos estar juntos?.
Y es que al final el humano necesita la convivencia, el estar con los suyos y dejar a un lado lo material.
Ahora viene una época muy dura, porque ¿será el coronavirus el paso a nueva era? O ¿en cuanto se tenga la vacuna volveremos a lo mismo?. No es normal que las empresas siempre quieran crecer todos los años, porque habrá un año que no se podrá, porque simplemente, será imposible. Y es ahora, cuando con toda la crisis que tenemos encima y la que va a venir, hay que estar más unidos e intentar aprender.
Los negocios se tendrán que reinventar, mira, han vuelto los autocines. Pero es que hay que hacer una cosas que es muy difícil, y ya lo decía Punset, cambiar las estructuras del pensamiento para evolucionar, y eso si que es difícil.
Este texto lo he llamado “coronavinos”, y es que al final hay que buscar lo que buscamos todos los amantes del vino, la naturaleza, visitar las viñas en el campo, disfrutar de los tuyos en una escapada, ver los animales que están por las sierras. Apreciar el arte del cultivo de la vid con métodos tradicionales, volviendo al origen, a los pueblos, a la tranquilidad. Buscar ese Slow Food, Slow wine, Slow wife. Una tranquilidad para disfrutar la vida y compartir momentos únicos sin el ritmo frenético que hemos estado llevando hasta ahora.
Es muy triste que esta pandemia haya llevado tanta gente por delante, familias destrozadas, y más aún sin poder acompañarlos en los últimos momentos. No va a ser fácil, como nada lo es. Solo nos queda mirar hacia adelante y caminar, porque caminante, se hace camino al andar ¡
Muchos ánimos a todos, paciencia y fuerza!
SaLud